lunes, 21 de mayo de 2007

"El niño de barro": El mal tiene 16 años. Apuntes de un guionista.


El niño de barro” es un policial inspirado en el cine más clásico. Una aproximación al thriller psicológico con fuertes ingredientes de suspense y algún que otro toque propio del cine de terror, pero al mismo tiempo es algo más. Embebido en la tradición de filmes inolvidables como “Murder by decree” de Larry Clark o “Si muero antes de despertar” de Carlos Hugo Christensen, y en los dos “From Hell”, la espléndida novela gráfica de Alan Moore y Eddie Campbell y en la posterior adaptación de los Hnos. Hughes. Por allí también ronda el espíritu trágico de Roeg de su “Venecia al Rojo Shocking” y de las novelas de Doyle, las ominosas sombras de Mark Frost y Calebb Carr, y sin duda, el clima sucio y visceral de los primeros films de Friedkin.
Todo eso, más o menos rondaba en mi cabeza al momento de aproximarme a la historia y seleccionar los elementos "reales" que me interesaban para trabajarlos en el relato. Siempre estuvo clara la ficción: allís estaban Petrie y Mateo, Estela y Octavio, y por supuesto, Cayetano. Estuvo desde siempre la noción de trabajar la violencia explícita de los crímenes pero también la otra, la que sufre Mateo, y también Cayetano, la violencia doméstica y piscológica. El problema principal estaba en cómo se habían ido desencadenando los sucesos en el caso de Godino - teniendo en cuenta que su prontuario se abre de muy joven, a los 9 años ya mutilaba animales e insultaba vecinos y siempre estuvo presente su tendencia pirómana -, había mucha casualidad dándo vueltas, mucho temor en la calle y poca pericia policial al momento de derrotar los tabúes sociales. Buenos Aires tal y como la conocemos hoy todavía no existía. Estaba la idea dando vueltas, las intenciones, varias mentes brillantes trabajando pero también estaba el costado oscuro de una sociedad que buscaba de ejemplos fuera de estas tierras y se permitía entre bambalinas ciertos excesos. Pensar en la metáfora que intenta construir “El niño de barro” es pensar en una época muy concreta, la del nuevo siglo XX que ha abierto sus ojos dos décadas antes a un nuevo tipo de crimen, el mediático, el “lustmord” o por crimen por lubricidad que tiñó de rojo el otoño londinense de 1888. También hay que pensar en una ciudad en crecimiento. Una Buenos Aires que miraba a Europa tanto edilicia como intelectualmente. El pleno apogeo del higienismo promovido por pensadores como José Ingenieros y el fantasma latente de una población diezmada unas décadas antes por la epidemia de la fiebre amarilla (1871, para ser exactos). También es la época del método lombrosiano para identificación de criminales y de una inmigración constante de una Europa que ya olía en el aire la Primera Guerra Mundial.

Es fundamental entender toda esta situación socio política del Buenos Aires de 1912. La prostitución, el negocio de la pornografía y la trata de blancas estaban a la orden del día. En medio de esto, surge Cayetano Santos Godino, el petiso orejudo. Una criatura de pesadilla, una criatura que supero con creces los parámetros y el pensamiento de una época. Una criatura que excede los tópicos del “mal y del bien” y escribe en la historia un capítulo sangriento y terrible. Esta criatura también fue una criatura fascinante justamente por todo esto, y por poner de rodillas a una sociedad que ya comenzaba a perder su humanidad. Allí comienza esta búsqueda, la de la visión desesperada de lo inasible que es el miedo, aquello que aguarda, que acecha fuera de los límites de lo conocido. Y espero que los espectadores se lleven esta sensación. Jorge y su equipo abren la puerta desde sus imágenes. Y el relato está allí para ser interpretado, leído, y disfrutado, a pesar de su temática fuerte y sin concesiones, ni con el espectador ni con los personajes.

Trabajar todo esto era mi intención, y sin descuidar la peripecia, la trama policial, pero sin duda, los personajes debían sentir el peso de esa ciudad y de esa sociedad. Fue una suerte, como guionista original del libro de “El niño de barro” trabajar con Jorge y con Susana que desde el principio se arriesgaron con el proyecto. Desde el momento en que soñé, allá por el año 2002 con que ese relato en mi mente iba cobrando forma hasta llamarse “El niño de barro” y que podía llegar a ser un film intenso, hasta su escritura misma, en las primeras versiones del libro cinematográfico en el que más tarde se interesó Adivina Producciones, supe que había un germen de una historia que debía contarse.

Los temas, los personajes, tenían tanto una calidez como un compromiso humano muy arraigado con la realidad actual de la Argentina del siglo XXI como de cualquier ciudad del mundo. Los tabúes de la sociedad parecen haber cambiado bien poco desde 1912. El sentido de lealtad se mantiene pero la humanidad parece haber ido perdiendo otros valores, se ha ido deshumanizando. Niños en la calle, racismo, intolerancia, violencia, laten hoy en el seno de la sociedad contemporánea como ayer.

El sentido de tragedia y de suspense que agobia todo film fue una idea que rondó en mi cabeza desde el principio, así como la necesidad de que fuese un relato de época, para remarcar ese terror tan humano y tan cercano, tan frágil, y que el espectador pueda entender el lazo fuerte que lo une con el presente inmediato. Por suerte para mí, pero por sobre todo para el relato que quería contar, Jorge entendió esta idea desde el principio, y fue su invalorable visión la que alimentó el guión hasta llegar a ser lo que tenía que ser: un film intenso y comprometido. Luego, se sumó el aporte de Hector Carré al de Jorge en las versiones posteriores que fueron reforzando el clima y apuntalando el film que debía ser.

El aporte de Susana Maceiras, detrás de Jorge y de todo el proyecto, fue el pilar fundamental, y es necesario reconocer la tarea ardua desde la producción, tanto de ella como de todo el equipo de Adivina SL para imaginar que semejante desafío podía llegar a buen puerto. Y creo que para sorpresa de todos lo hizo, y muy holgadamente. Desde los técnicos, en todos y cado uno de los rubros hasta los actores, demostraron ese compromiso vital con la visión del filme. Maribel, Daniel, Abel, Chete, Oscar, Alejandro, algunos de los muchos actores involucrados en el puntilloso casting, dan carnadura con calidez y personalidad a cada personaje, y ninguno era un personaje sencillo de interpretar. La visión de Mateo y Petrie como guías a lo largo del relato es fundamental pare acceder al Buenos Aires de 1912.

Y también lo es el arte de Mariela Repodas y su equipo, la música y la fotografía, el vestuario y la producción. Todo estuvo impecable y eso se palpa en la pantalla.

Gracias a Jorge y Susana y su equipo por confiar en aquel guión que les acerqué tímidamente en el Al-Invest del año 2003. Gracias también por hacer posible este viaje. ¡Salud y larga vida al “El niño de barro”!

domingo, 20 de mayo de 2007

Nunca fue la medianoche de un alma mejor recibida. Se levanta el telón. Y la proyección comienza...

Lo que será, será. Una generalidad fácil. La verdad universal. Soy lo que soy. Hago lo que hago. Y no puedo evitarlo. Por lo tanto estoy libre de mi don. Sé que la única esperanza que tiene un hombre de vivir una vida plena es luchar por lo inalcanzable. Aún así, todo lo que no vemos es inmenso. Todo sucede por primera vez pero de un modo eterno. Es por eso que no cesaremos en la exploración. Y el fin de todo nuestro explorar será llegar a donde empezamos y conocer el lugar por primera vez. Sabiendo que toda victoria guarda algo de misterio. Y que toda historia no tiene comienzo ni fin: arbitrariamente uno elige el momento desde el cual mira hacia atrás o hacia delante. He decidido que mis ejércitos sean los árboles, y las rocas, y los pájaros y la música y las ideas y definitivamente, las palabras.

Hogdson. Borges. Greene. O´Neill. Mankewickz. Leroux. Carlomagno. Un río de palabras y pensamientos. Muchos de ellos echos imágenes, frases, una construcción inexorable que desafía al tiempo y se mueve por el espacio.

Alguien me preguntó quién era. Y yo solo dije que era una sombra de mi pensamiento. Un fantasma de mis ideas. Y que esos fantasmas rondaban por mi mente y muy de vez en cuando los hacía palabras para jugar con ellos. Y ellos me permitían soñar con otros mundos posibles, con otras realidades ancladas en lugares exóticos y tierras sombrías. Pienso en mi mismo y me veo escribiendo. Convocando a esos fantasmas y hurgando en las sombras. Escribiéndome una y otra vez. Haciendo de mis palabras imágenes. Disparando sensaciones y escuchando en el viento el susurro de otras vidas pasadas, futuras o ficticias. Y todas ellas me convidan algo. Una palabra. Un personaje. Una sensación. Muchas de ellas se vuelven palabras para ser filmadas. Muchas otras decantan en prosa para ser leída. Una novela, un cuento, una película. Lo que será, será. Una generalidad fácil. La verdad universal. Soy lo que soy. Hago lo que hago. Y no puedo evitarlo. Por lo tanto estoy libre de mi don. Sé que la única esperanza que tiene un hombre de vivir una vida plena es luchar por lo inalcanzable. He decidido que mis ejércitos sean los árboles, y las rocas, y los pájaros y la música y las ideas y definitivamente, las palabras.


Galería de fotos de "El niño de Barro" (2007)

Galería de fotos de "El niño de Barro" (2007)
Daniel Freire como Lautaro Petrie.

Buenos Aires de noche.

Buenos Aires de día.

Buenos Aires de día.

Cae la tarde en Buenos Aires.