A la pregunta de quién eres te responderé de dónde vengo. Y viceversa: Quién es este sujeto que interroga las sombras y aúlla a la luna? Quién es Christian Busquier?
- Ya veo…- dijo el vampiro, y lentamente cruzó la habitación hacia la ventana…
Pues bien. Podría empezar por el comienzo. Tal vez explicando cómo nací en esta ciudad rioplatense de niebla y calles de adoquines, cafés y cortadas un 19 de enero de 1973. Tal vez no. Tal vez convenga explicar cómo comenzó mi maldición una tarde de 1982 mientras veía a Rick Deckard perseguir un replicante en la sombría y espléndidamente Noir “Blade Runner”. O tal vez fue el mismo Harrison Ford que me deslumbró corriendo con su látigo en mano en “Los cazadores del arca perdida”. De seguro fueron Keith Carradine y Harvey Keitel en “Los duelistas”, la misteriosa belleza de Simone Simon como Irene Dudrovna en "Cat People" y la compleja y maravillosa puesta en escena de "Duna" de Lynch, la crudeza fílmica "Hijo de hombre" de Lucas Demare y "El beso amargo" de Fuller. La lista es larga. Y todos los días se agrega una nueva excusa para disfrutar de este arte. Hay algo que me fascina, y es que como el Peter Pan de Barrie, hay una parte de mí que se niega a crecer y que se sigue deslumbrando con la magia y el misterio que emana un film de Sayles o Lynch, un cómic de Moore o Millar, una novela de Graham Greene o Rider Haggard, un tema de The Police, de Soda Stereo o de The Cure, una hoja que pasea en otoño o una ola que rompe embravecida en una costa serena una tarde de enero, el silencio absoluto de un gigante natural descansando junto al Glaciar Perito Moreno o la respiración pausada de una pintura de Hopper.
Lo que sí puedo asegurar, y tampoco hay ciencias ciertas en esto, es que soy guionista. Escribo desde que tengo memoria creativa, y empecé a hacerlo más o menos, y sin ponerme muy estricto en cuanto a la calidad, allá por 1980; pequeños bosquejos de poesías y cuentos que solo sirven de recuerdo y marcan un inicio, nada de talento, poca originalidad pero mucha imaginación y el deseo de contar algo. Después vinieron los artículos de cine para el diario La Opinión Austral de Río Gallegos, las columnas para la radio y un programa en FM. Una elipsis y me encuentro estudiando en el Centro de Investigación Cinematográfica (CIC) de donde egreso con el título de Realizador Integral de Cine y Televisión en 1998. Ese mismo año escribo y dirijo mi primer cortometraje: “El pequeño perdido del parque”. Un trasunto del Peter Pan de Barrie pero más violento, en 16mm, con música original del Coro Kennedy y rodado en una plaza en Luján. Una experiencia única. Pero siempre supe que quería escribir. En le medio, algunas colaboraciones como freelance para revistas de cine y literatura como Plan 9, Ossessione, Mabuse y Psyque Navegante. Escritos inmortales sobre La chambre verte y Fu Manchú, sobre el folletín y el cine melancólico de Patrice Laconte. Una sesión de cine nocturno de vampiros en la Filmoteca y en mi mente comenzaba a forjarse la gran aventura que más tarde sería mi primera novela, La maratón.
Corre el 2002 y egreso como guionista de la Escuela de Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica (ENERC), dependiente del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), con un guión debajo del brazo: “El niño de barro”.
En mi mente se agolpan los recuerdos de conversaciones oídas de paso en lo de mis abuelos mientras jugaba en el patio y los adultos mateaban o simplemente recordaban épocas pasadas, anécdotas de un imaginario popular que se construía en el día a día y en el boca a boca. Por allí rondaban el negro Meneses, esa especie de Elliot Ness argentino, y el petiso orejudo, Cayetano Santos Godino, y tanto uno como otro, inflamaban mi imaginación. Con el tiempo, he ido zanjando mis deudas con ellos. En ambos, conviven el misterio necesario para contar una buena historia, o muchas. Con Meneses un cortometraje dirigido por Marisa Carrera. Con el petiso orejudo un largometraje. En estos días he vuelto sobre Evaristo Meneses, esta vez lo enfrento con El Destripador de Londres. ¿Qué locura no? Pero esa, definitivamente es otra historia.
Estamos a principios del año 2003 y este joven guionista, su servidor, se entrevista con Jorge Algora y Susana Maceiras, director y productora gallegos de Adivina SL. La Coruña se había fijado en mi guión sobre Cayetano, y con el transcurso de los años, “El niño de barro” sería película. El ciclo completaba su circunferencia perfecta. El film se estrenó el 18 de mayo del 2007 en Barcelona. Y podría decir sin equivocarme que una nueva ventana se abre. Para mí, para Jorge, para Susana, y para todos los que trabajaron en hacer posible que ese imaginario sombrío llegara a una sala de cine. Explorar y expandir, bucear en las sombras y las ambigüedades, desenterrar misterios arcanos, manipular las emociones y diseñar vida de fantasía que habla de la realidad más cercana, la inmediata, la que nos despierta por la mañana y apenas nos deja dormir por las noches. Eso y mucho más es “El niño de barro”. Una experiencia inigualable.
También hay otros guiones en espera, no se trata de ser ocioso: un Western - ¿he dicho ya que soy un adepto fanático del cine de género norteamericano? - “Patagonia. Viento Rojo” cuenta la historia de una familia, y de una venganza brutal. Peckinpah y Ford y Frears andan por allí, entre bastidores susurrándome al oído la historia de los Steel. Vuelvo a las mesetas patagónicas con una historia de amor con forma de policial encubierto en “Noe”; con una de aventuras, “El Constructor de Categriales” basado en la novela homónima de José Ossemani, me sumerjo en el misterio de los templarios y con el “El hilo de Ariadna” bordeo el thriller y el suspense erótico. También vendrán mis colaboraciones para televisión: pre-selección y coordinación de reescritura de los guiones presentados en el concurso “Miedometrajes”, filmados los ganadores entre febrero y marzo del 2005. Dialoguista breve para la producción internacional “De la Boca para Afuera” y mucho más breve para la serie “Hospital Público”.
Pero los fantasmas no son fáciles de espantar. Y menos aún cuando se anclan en una idea que promete. En febrero del 2004 termino mi primera novela. “La Maratón”, obra que combina dos de mis pasiones, el cine y la literatura, dentro de un relato claustrofóbico de terror y vampiros, donde citas y referencias pivotean desde las producciones de la Hammer a las creaciones de Stoker, Sheridan Le Fanú, todo en el marco de una lluviosa y gótica Buenos Aires del siglo XXI. También hay un libro por encargo para el Museo de Cine Pablo C. Ducros Hicken y editado por Ediciones La Crujía. “Escribimos Cine. Estudio sobre la discreta profesión de ser guionista” es una libro de entrevistas a guionistas argentinos. Y una segunda novela, “Navidad en Blanco y Negro y Rojo”, un policial negro con toques de scfi-fi y fantasía, y si no me creen, échenle un vistazo al plot: “Vísperas de navidad del año 2097. En Nueva Buenos Aires un asesino serial está dejando un rastro de sangre entre humanos y maravillas, y el nombre que encabeza la lista de sospechosos de la policía es el del metahumano conocido como Santa Klaus.”
Huelga decir que hay una tercera novela en camino, “Lacrimae Mundi” donde juego el Diablo juega con asesinos y misterios en un policial fantástico. En el camino quedan relatos infantiles como “El Pirata Mal Oliente” y “Cielo Infantil” (2002) o “Kazuo”, un relato fantástico y de aventuras ambientado en el Japón del siglo XVI que espero algún día convertir en novela gráfica.
Desde el 2003 me desempeño con regularidad dentro del área docente, colaborando con el Instituto Universitario Nacional del Arte, el Film Collage (2006), la Universidad de Buenos Aires en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, carrera de Imagen y Sonido, y la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica.
Poco más puedo decir. Sigo escribiendo porque en ello se me va la vida. Una comedia de animación para chicos y un policial en el que vuelvo a mis culposas debilidades, terror loveftcraniano de la mano de Meneses y Jack The Ripper. Los demonios del ropero siguen allí agazapados. Y siempre algo más…porque por mi cabeza resuenan las palabras de Scorsese, esas que dicen: “Recuerdo que de niño me llevaban al cine y que mi primera sensación fue la de penetrar en un mundo mágico: la alfombra mullida, el olor de las palomitas de maíz frescas, la oscuridad, la sensación de seguridad, y sobre todo de estar en un santuario: todas estas cosas evocan en mi memoria una iglesia. Un mundo de sueños. Un lugar que provocaba y agrandaba nuestra imaginación.”
Exacto. Justamente de eso se trata…¿Qué otra maldita cosa puede haber?